lunes, 24 de marzo de 2008

El estado

El Anarquismo dirige sus fuerzas en contra del tercer y mayor enemigo de toda equidad social, esto es, el Estado, la autoridad organizada o ley estatuaria,--el dominio de la conducta humana.
Igual que la religión ha encadenado la mente humana y como la propiedad, o el monopolio de las cosas, ha conquistado y ahogado las necesidades humanas, el Estado ha esclavizado su espíritu, dictando cada fase de conducta. "Todo el gobierno en esencia," dice Emerson, "es tiranía." Sin importar si es gobierno por derecho divino o regla de mayoría. En cada instancia su meta es la subordinación absoluta del individuo.
Refiriédose al gobierno Norteaméricano, el gran Anarquista americano, David Thoreau, dijo: "el Gobierno, qué es sino tradición, aunque una reciente, tentando para transmitirse intacto a la posteridad, pero cada instante perdiendo su integridad; éste no tiene la vitalidad y fuerza de un sencillo hombre viviente. La Ley nunca hizo al hombre ni un poco más justo y por su medio de respeto hacia ésa, hasta los bien dispuestos son diariamente convertidos en agentes de la injusticia."
Ciertamente, lo crucial del gobierno es la injusticia. Con la arrogancia y suficiencia-propia del Rey, el cual no podía hacer el mal, los gobiernos ordenan, juzgan, condenan y castigan las ofensas más insignificantes, mientras, manteniéndose gracias a la más grande de las ofensas, la erradicación de la libertad individual. Por lo tanto, Ouida está en lo cierto, cuando ella mantiene que "el Estado sólo busca inculcar las cualidades necesarias en el público por las cuales sus demandas sean obedecidas y sus arcas se vean repletas. Su mayor logro es la reducción del ser humano a un mero mecanismo de relojería.
En su atmósfera, todas esas libertades finas y más delicadas, que requieren tratamiento y una expansión espaciosa, inevitablemente se secan y mueren. El Estado requiere una máquina paga impuestos, en la cual no hay marcha atrás, un fisco sin deficit; un público monótono, obediente, sin color, sin espíritu, moviéndose humildemente, como un rebaño de ovejas en un camino alto y recto entre dos paredes."
Pero, hasta un rebaño de ovejas resistiría la vana sutileza del Estado, sino fuera por los métodos opresivos, tiránicos y corruptos que utiliza para servirse de sus propósitos. Por lo tanto, Bakunin repudia el Estado, le ve como sinónimo de la entrega de la libertad del individuo o de las pequeñas minorías,--la destrucción de la relación social, la restricción, o hasta la completa negación, de la vida misma, para su engrandecimiento. El Estado es el altar de la libertad política y como el altar religioso, es mantenido para el propósito del sacrificio humano.

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