viernes, 27 de febrero de 2009

Pre-convocatoria al 3º ENCUENTRO ESTUDIANTIL-DOCENTE LIBERTARIO

En octubre de 2008 se llevo a cabo en Mar del plata el 2º Encuentro Estudiantil-Libertario (en Mayo del mismo año tuvo lugar el primer encuentro, en la ciudad de La Plata). Participamos de éste segundo encuentro, agrupaciones e individuos anarquistas que estudiamos y militamos en distintos colegios secundarios, terciarios y universidades de Mar del Plata, Bahía Blanca y Buenos Aires. Entre los/as allí presentes acordamos la realización de un tercer encuentro en Buenos Aires en Agosto de 2009.

¿Por qué un encuentro estudiantil-docente libertario?
Las instituciones educativas en el actual orden social capitalista se rigen por prácticas, lógicas, saberes, estructuras, etc., que tienden a la producción y reproducción de subjetividades y relaciones sociales de opresión y explotación que dan continuidad al sistema. Por ello creemos que hasta que no cambiemos de raíz el actual orden social, el sistema educativo seguirá operando de dicho modo.
Sin embargo, si asumiéramos que las instituciones educativas determinan totalmente el comportamiento de los sujetos que transitan o forman parte de las mismas, esto nos llevaría a renunciar a la militancia en el ámbito educativo. Por el contrario, creemos que las instituciones educativas no son monolíticas, tienen contradicciones, grietas, espacios de relativa autonomía, etc., los cuales pueden ser explotados y desde donde podemos ejercer una resistencia. Más aún, estamos convencidos de que estudiantes y docentes podemos darnos nuestros propios espacios y organizaciones basados en prácticas y principios que nos permitan combatir aquello que aquí criticamos, y contribuir a la lucha por un cambio revolucionario.
Estas ideas no son nuevas ni originales, en la historia del anarquismo abundan las críticas al sistema educativo, así como también propuestas pedagógicas y experiencias educativas alternativas. Pero lamentablemente el grueso de estos desarrollos teórico-prácticos fue realizado hace mas de setenta o cien años atrás, y las experiencias más recientes son pocas, aisladas y realizadas fuera del sistema educativo formal. Si bien tenemos mucho que aprender de ellas no son modelos que podamos trasladar mecánicamente a nuestra realidad, por lo que necesitamos actualizarlos o crear otros nuevos.
Por otra parte, los/as anarquistas carecemos de una historia o tradición reciente de militancia en el ámbito educativo de la cual nutrirnos. Muchos/as de nosotros/as que comenzamos a militar como estudiantes o docentes pos 2001 nos encontramos haciendo nuestras primeras experiencias a prueba y error. No había espacios o agrupaciones libertarias en nuestros colegios o universidades, no teníamos relación ni coordinación con compañeros/as de otros establecimientos, todo fue realizado desde cero.
En estos años hemos construido y experimentado, pero los problemas mencionados siguen estando presentes. Por ello creemos que es necesaria la realización de un nuevo encuentro estudiantil-docente libertario que nos permita avanzar en el dialogo y la discusión acerca de nuestra militancia, en el intercambio de experiencias, en la coordinación de actividades y acciones, en el desarrollo teórico, político, y estratégico, en la construcción de nuestras organizaciones de base, etc.

¿A quienes estamos convocando?
Los dos primeros encuentros fueron convocados por y para estudiantes. Pero muchos/as de los/as que participamos como estudiantes también somos docentes, o pensamos dedicarnos a la docencia. Además, vemos la necesidad de superar la división de claustros, y que estudiantes y docentes anarquistas podamos activar de forma conjunta. Por ello, este tercer encuentro es convocado como estudiantil-docente.
Invitamos entonces a participar del mismo a todos/as los/as estudiantes y docentes anarquistas que estén militando (o tengan la intención de hacerlo) en el ámbito educativo, sea en colegios secundarios, terciarios, universidades, o bachilleratos populares.

¿Por qué una pre-convocatoria? ¿Qué hacer camino al tercer encuentro?
Si bien los encuentros realizados fueron fructíferos por si mismos, decidimos adoptar una metodología de trabajo que nos permita mantenernos vinculados y aprovechar el tiempo hasta la realización del tercer encuentro. En este sentido es que acordamos estructurar el próximo encuentro en base a ciertos ejes de discusión sobre los cuales intercambiar materiales, textos, ideas, discusiones, etc. Desde ya que estos ejes pueden modificarse, quitarse o agregarse nuevos, así como también esta pensado dar espacio a temas que se propongan en el momento mismo del encuentro. De este modo buscamos llegar mejor preparados, a la vez que abrir la posibilidad de participar del intercambio previo a compañeros/as que tal vez no puedan asistir al encuentro.

Los posibles ejes de discusión que hemos pensado hasta el momento son los siguientes:

Política y leyes educativas: Política educativa del gobierno nacional. Política educativa de los gobiernos provinciales, y de la CABA. Ley de Educación Superior (LES). Ley Federal de

Educación (LFE). Ley de Educación Nacional (LEN). Ley de Financiamiento Educativo (LFE). Problema del presupuesto-financiamiento. Precarización laboral de los/as estudiantes, pasantías, etc.

Estructura institucional de la universidad: Órganos de co-gobierno. Claustros. Representación estudiantil. Grupos de poder. Cátedras. Autonomía universitaria.

Organización estudiantil/docente: Centros de estudiantes, federaciones, gremios. Elecciones.

Espacios de base. Asambleas. Procesos de lucha. Organización de los/as estudiantes anarquistas.

Difusión de ideas (materiales, publicaciones, etc.). Relación con compañerxs de otras vertientes ideológicas. Relación entre estudiantes, docentes y no docentes.

Pedagogía libertaria, relaciones de poder en el aula: Modelos pedagógicos alternativos, relación poder-saber, relación docente-estudiantes, contenidos y curriculum oculto.

Experiencias alternativas o en los márgenes del sistema educativo formal: Experiencias pasadas y presentes de pedagogía libertaria y/o alternativa. Experiencia bachilleratos populares.

Investigación y producción de conocimiento: Que, como, y para que se produce conocimiento en la universidad. Formas colectivas y horizontales de producción de conocimiento, investigación militante, co-investigación, ruptura de relación sujeto/investigador – objeto de investigación.

Experiencias de autoformación y/o “cátedras” experimentales.

Relación con otros movimientos fuera del ámbito educativo: Conflictos de trabajadores/as, movimientos barriales, etc. Participación en frentes de lucha o coordinaciones más amplias.

Repasando, el plan de trabajo hasta el próximo encuentro seria el siguiente:
1) Difundir esta pre-convocatoria entre individuos y organizaciones afines que consideremos que puede interesarles participar seriamente del intercambio y discusiones previas al encuentro.
2) Intercambio de materiales, ideas, discusiones, etc., en base a los ejes propuestos.
3) Definición de los ejes, y metodología de trabajo para el encuentro.
4) Elaboración y difusión de la convocatoria definitiva al encuentro.
5) Organización del encuentro.

El objetivo de esta pre-convocatoria entonces, es invitarlos a participar del intercambio y discusiones, así como de la preparación del próximo encuentro. Quienes estén interesados/as en hacerlo, pueden solicitar que los/as incluyamos en nuestro grupo de mails escribiéndonos a encuentrolibertario@gmail.com.

¡Salud y Revolución Social!

sacado de aca


y dejo un video que no tiene mucho relacion pero lo acabo de ver y lo difundo

Atenco: Romper el cerco

lunes, 23 de febrero de 2009

A CONTRATIEMPO

es bastante largo pero es muy interesante y leer no hace mal

Lo propio de los tiempos es que cambian y que nos hacen
cambiar con ellos sin que ni siquiera lo notemos.
No era precisamente ayer, pero tampoco han transcurrido
tantos años desde los tiempos en los cuales las manifestaciones
de protesta popular tenían que revestir necesariamente ese tono
serio, severo y gris tan propio de los asuntos importantes sobre
los que no se suele bromear. Incluso en los países donde ocupar
las calles no era por aquel entonces tan arriesgado como en
España, a nadie se le hubiese ocurrido hace tan sólo cuatro
décadas entrelazar la lucha con la fiesta, y la mera idea de que
algún día nos movilizaríamos contra la guerra a ritmo de salsa
se habría contemplado sin duda con una enorme perplejidad
teñida probablemente de cierta reprobación.
Sin embargo, instalados en una sociedad donde el acontecimiento,
la imagen, lo festivo, el espectáculo y lo mediático han
pasado a ocupar un lugar preeminente, hoy nos parece perfectamente
natural que las manifestaciones contestatarias adopten
tonos festivos, cuiden los aspectos estéticos y procuren captar
la atención de las cámaras de televisión para verse convertidas
en unas imágenes que son, paradójicamente, las que les
confieren realidad. Por supuesto, nadie decidió un buen día
que las movilizaciones políticas podían dejar de ser solemnes y
graves, simplemente ocurrió… No fue por casualidad, claro,
sino porque las características dominantes de una determinada
época impregnan subrepticiamente todo lo que en ella se produce,
incluida la expresión de las propias resistencias que las
cuestionan.
Se dirá quizá que esa impregnación y esa mimesis
sólo afectan a las formas y se limitan a moldear la expresión o
la manifestación de la protesta, dejando inalterados sus contenidos
y sus resortes; sin embargo, no está tan claro que la independencia
entre formas y contenidos sea menos ilusoria que la
que algunos postulan entre fines y medios.
No estoy sugiriendo que el discurso del antagonismo social
no deba estar en consonancia con el tiempo en el que se expresa,
en esa sintonía radican precisamente sus claves de inteligibilidad,
y está claro que ese discurso debe hablar con las palabras
de su época si pretende llegar a sus destinatarios. Pero
también está claro que es en este esfuerzo por sintonizar con
las formas establecidas de la discursividad contemporánea donde
radica el peligro de no hacer finalmente sino lo que los tiempos
presentes pretenden que hagamos, limitándonos a seguir
la corriente en lugar de procurar torcerla.

El reto consiste probablemente en conseguir pensar y actuar
a contratiempo, pero sin dejar por ello de pertenecer plenamente
a nuestro tiempo. Se trata, en suma, de asumir plenamente
la incómoda tensión generada por la doble exigencia de
sintonizar plenamente con el presente y de contradecirlo radicalmente.

LA SOLIDARIDAD ANTAGONISTA
Una breve mirada sobre la evolución histórica del concepto
de solidaridad y de las prácticas solidarias puede ser útil para
ilustrar las implicaciones de esa tensión. Han bastado algunas
décadas para que la expresión “Solidaridad Obrera” deje de
ser una expresión hasta cierto punto redundante. En los tiempos
de mayor difusión del periódico cenetista así titulado no
era estrictamente imprescindible añadir la palabra “obrera”
para especificar el sentido del término “solidaridad”. En efecto,
el propio concepto de solidaridad remitía directamente a la
experiencia de las luchas obreras porque fue en su seno donde
fue inventado, y porque sus claves de sentido se forjaron en el
fragor de los conflictos sociales.
A lo largo del siglo XIX las prácticas de ayuda mutua y los
lazos de unión que se fueron creando en el seno de las resistencias
obreras rescataron un concepto urdido en el ámbito jurídico
del derecho romano y lo traspasaron paulatinamente al
ámbito moral. Es así como la solidaridad pasó de designar la
responsabilidad jurídica indivisa contraída por varias personas en
un determinado asunto (responsabilidad in solidum), a
designar la ayuda proporcionada por unos trabajadores a otros
trabajadores implicados en una lucha. Lo que se extrapolaba
de esta forma desde el ámbito jurídico al ámbito moral no era
sino la afirmación de que la suerte de los trabajadores estaba
unida de forma indivisa tanto en las victorias como en la derrotas
protagonizadas por una parte de éstos.
Sin duda, la solidaridad representaba tan sólo una de las
diversas manifestaciones de las conductas de ayuda, y coexistía
en el ámbito moral con otras prácticas, como por ejemplo
la caridad cristiana. Sin embargo, aun compartiendo ciertos
aspectos las diferencias entre la solidaridad y la caridad eran
clamorosas. Dar cobijo y sustento a los hijos de los huelguistas
de La Canadiense no era tan sólo proporcionar una ayuda bien
intencionada a quienes la necesitaban, era también involucrarse
en una lucha que se reconocía como propia, aunque fuese protagonizada
por otros. En tanto que vinculaba de forma
indisociable la ayuda con la lucha, la solidaridad desbordaba
la simple compasión y lanzaba un auténtico grito de guerra
porque la desdicha que la suscitaba era causada, tenía responsables,
y era preciso ayudar a vencerlos. Las cajas de resistencia
promovidas por los sindicatos no pretendían tanto disminuir
los sufrimientos de los huelguistas como aportar municiones
para seguir disparando al enemigo. El gesto solidario era
un gesto eminentemente bélico, el apoyo que se brindaba tenia
una finalidad precisa y un destinatario específico, la ayuda prestada
remitía implícita pero directamente a la violencia, material
o simbólica, que anidaba en un conflicto donde el antagonismo
irreconciliable de las partes enfrentadas era tan evidente
como lo era su dimensión política.

LA SOLIDARIDAD DESARMADA
Pero los tiempos cambian… Hoy la expresión “Solidaridad
Obrera” ha dejado de ser redundante y es preciso adjetivar
la solidaridad si se quiere acotar uno de los múltiples sentidos
en los que se ha fragmentado. De hecho, el concepto de
solidaridad se ha resignificado mediante un doble proceso de
institucionalización que ha desactivado por completo su carga
política.
Por una parte, se nos convoca periódicamente para brindarnos
la oportunidad de expresar nuestros más elevados sentimientos
participando desde casa en actos solidarios
multitudinarios. Las impresionantes fiestas de la solidaridad
organizadas regularmente por las televisiones combinan con
maestría la incitación a la compasión con el espectáculo y con
la diversión. En una sociedad basada en la lógica de la mercancía
es obvio que ni siquiera los sentimientos podían quedar al
margen de un mercadeo donde se consumen emociones y se les
pone precio.
Nuestra generosidad se ve espoleada por la erótica
de participar en un acontecimiento importante –y lo es puesto
que la televisión habla de él–, donde se puede incluso batir
eventualmente algún record de donativos o de donantes, y donde
ser solidario resulta al fin y al cabo sumamente liviano. A
esas convocatorias periódicas, donde la solidaridad queda convertida,
ella misma, en espectáculo, se suman convocatorias
circunstanciales ante acontecimientos puntuales como las catástrofes
naturales o provocadas por la mano humana, y se
añaden emotivas campañas para afrontar algunos problemas
endémicos como el hambre o las enfermedades.
Por otra parte, se ha institucionalizado progresivamente la
ayuda prestada de forma benévola a quienes están aquejados
de las más diversas carencias y necesidades encomendando a
las ONG’s y al voluntariado la creación de una red donde la
solidaridad encuentra un permanente cauce de expresión.
Este doble proceso ha vaciado la solidaridad de sus antiguas
connotaciones y le ha conferido unos rasgos diametralmente
opuestos a los que presidieron su desarrollo en el siglo
XIX y en la primera mitad del siglo XX. Se ha evacuado toda
referencia implícita a la lucha, a la violencia del conflicto social
entre pudientes y explotados, y al intenso sentimiento de
pertenencia a uno de los dos polos antagonistas. La solidaridad
ya no evoca hoy el enfrentamiento social y político, y la
férrea voluntad de derrotar al adversario. Situada a mil leguas
semánticas del enfrentamiento, tan sólo evoca bondad y comunión
de todos los seres humanos en un gran impulso de
ayuda mutua que ignora lo político y que remite exclusivamente
a los buenos sentimientos potenciando un clima general
de papanatismo bien intencionado.
Está claro que la solidaridad que se ejerce desde las posturas
antagonistas se desmarca de las prácticas solidarias hoy
dominantes, pero ¿cuantas veces cedemos, individual o colectivamente,
a las presiones para contribuir “solidariamente” a
paliar tal o cual desgracia acaecida en tal o cual parte del mundo,
o para ayudar a resolver tal o cual carencia o necesidad
manifestada por un determinado colectivo, aportando así nuestro
granito de arena a la mutación contemporánea del concepto
de solidaridad?
El problema no radica tanto en los avatares que haya podido
sufrir el concepto de solidaridad, como en la sospecha de
que, de la misma manera en que algunas de las características
dominantes de nuestro tiempo se han incrustado en las prácticas
solidarias, también estén contaminando otros planteamientos
antagonistas.

EL CIVISMO UNIVERSAL
Los actos de protesta, los actos reivindicativos, deben ser festivos
pero no pueden ser violentos. Pueden ser más o menos
radicales en sus contenidos, pero deben ser exquisitamente cívicos
y pacíficos en sus formas. Los telediarios no dejan lugar a la
más mínima duda al respecto: una manifestación exitosa es una
manifestación que se ha desarrollado en tono festivo, lo cual
indica que no se han producido incidentes y que todo ha transcurrido
pacíficamente. Parece que por sobre todas las cosas la
violencia es lo que debe ser exorcizado, hoy, de la vida social.
Que la violencia que marca nuestra época sea, o no, mayor
que la de otros tiempos es una cuestión opinable, pero de lo
que no cabe duda es que la violencia ocupa actualmente un
lugar mucho más visible y que su presencia es tan constante
como lo son, simultáneamente, las voces que la condenan. La
espectacularización de la violencia se une a la conciencia de la
fragilidad del planeta para alentar en nosotros un enorme deseo
de paz.
Por una parte, las pantallas de los televisores rebosan de
una violencia cotidiana que irrumpe en nuestras casas con cada
informativo: violencia de género, violencia terrorista, violencia
militar, violencia urbana, catástrofes naturales o humanas,
cadáveres, sufrimientos y mutilaciones por doquier… Día sí y
otro también quedamos saturados hasta la saciedad por una
avalancha de imágenes que no pueden sino provocar el hastío
por la violencia y que abonan el terreno para que seamos
hipersensibles a las exhortaciones contra la violencia que repite
machaconamente el discurso institucional.
Por otra parte, se estimula la convicción –a la cual el
ecologismo ha aportado sin duda su granito de arena– de que
estamos todos en un mismo barco. Un barco que conviene preservar
de los temporales, y cuya seguridad no debe ser amenazada
por nuestras disputas porque si se hunde nos vamos todos
a pique con independencia de nuestro nivel de renta y de
nuestras discrepancias ideológicas. Creciente convicción, por
lo tanto, de que en tiempos de globalización y de incipiente
conciencia planetaria se impone la solidaridad, entendida como
reacción compasiva ante la desgracia que aqueja al prójimo, y
se requiere la constante evitación de la violencia.
Así las cosas, podría parecer que sólo quepa sumarnos con
entusiasmo al grito generalizado contra la violencia, aplaudir
sin reservas su erradicación de la expresión de los conflictos y
de las protestas, y que sólo quepa, en suma, celebrar la larga
marcha hacia la progresiva pacificación del mundo
. Y esto es
efectivamente lo que deberíamos hacer si la partida a la que se
nos invita no estuviese amañada y si se generalizase el desarme.
Pero, mira por dónde, sólo uno de los contendientes debe
entregar las armas, mientras la violencia que ejerce su oponente,
y su capacidad para ejercerla, no cesan de crecer y de incrementar
su grado de sofisticación.

Ya sé que desde las posturas antagonistas se asume perfectamente
este tipo de planteamiento, sin embargo, en la práctica,
¿cuántas veces salimos a la calle temerosos de que se produzcan
incidentes que descalifiquen nuestra protesta, y dispuestos
a intervenir para evitarlos? ¿Cuántas veces autocensuramos
la contundencia de nuestras respuestas colectivas frente a las
injusticias y a los atropellos para que no se nos tache de “violentos”?
Por supuesto, no se trata aquí de elogiar la violencia ni de
celebrar su ejercicio pero sí se trata de incitar a dejar de participar
en el juego de su obsesiva descalificación sistemática, y
de su criminalización por principio, mientras no se cuestione
con el mismo ahínco la violencia de las instituciones y del capital
.

Estas breves anotaciones en torno de la violencia, o mejor
dicho, en torno de la inconveniencia de dejarnos atrapar en la
interesada hipocresía del discurso oficial que la repudia, sólo
pretenden subrayar la relativa facilidad con la cual las resistencias
contra el sistema acaban por formularse en los términos
que él mismo nos sugiere.

Contra el discurso dominante que dice incluso cómo debe
ser el contradiscurso, contra las fuerzas que nos empujan a ser
mero reflejo de nuestro tiempo, no hay otra alternativa que la
de situarnos a contratiempo, y esto significa que es preciso
radicalizar nuestro discurso y nuestro quehacer, aun a riesgo
de cosechar mala reputación y de cotizar a la baja en la bolsa
de la respetabilidad mediática.

Pero hablar de radicalismo no deja de ser problemático y
requiere algunas matizaciones.

EL IMPRESCINDIBLE RADICALISMO
El dilema entre radicalismo y posibilismo es tan antiguo
como la propia política y su expresión moderna data de los
anhelos revolucionarios decimonónicos. Está claro que el radicalismo
reduce las audiencias mientras que el posibilismo las
ensancha. El primero ronda la ineficacia absoluta porque la
insignificancia de sus tropas hace que ni siquiera alcance a iniciar
la larga marcha revolucionaria que propugna. Frente a la
tentación radical un reciente lema advierte acertadamente: solos
no podemos, y además no sirve…. El segundo se hunde en
parecida ineficacia porque acaba reproduciendo los rasgos fundamentales
de lo ya existente: meros cambios cosméticos, al
final de un viaje transformador de tan corto vuelo que ni siquiera
merecía ser emprendido. Se podría decir, con igual acierto:
juntos podemos, pero de nada sirve….
Sin duda, lo ideal consistiría en hallar ese delicado punto de
equilibrio donde el radicalismo aún conserva alguna eficacia
transformadora y donde el posibilismo aún no ha perdido toda
la suya. Saber detenerse en la vía del radicalismo antes de desembocar
en el aislamiento extremo, saber detenerse en el camino
del posibilismo antes de ser engullidos por la lógica dominante.
El problema, por decirlo de forma gráfica, es que ambos
caminos discurren por pendientes fuertemente inclinadas y que
no existe sistema de frenada. El radicalismo, o no es propiamente
tal o bien exige dar incesantes pasos en la búsqueda de
una mayor pureza, mientras que el posibilismo exige que se
ensanchen cada vez más las bases de los consensos. Ninguna
de las dos trayectorias es capaz de estabilizarse en un punto de
equilibrio, las dos llevan en sí mismas su propio exceso y su
ineficacia final a la hora de provocar cambios sustanciales. El
radicalismo exige un radicalismo cada vez mayor, el posibilismo
exige unos planteamientos cada vez más edulcorados, ésta es
la lógica interna de ambos planteamientos.
Pero si bien es cierto que, abandonada a sí misma, ninguna
de las dos corrientes es capaz de autorregularse, sin embargo sí
cabe la posibilidad de que, forzadas a coexistir en el seno de un
mismo proyecto como puede ser, por ejemplo, el de CNT o el
de CGT, cada una contrarreste los excesos de la otra. La única
exigencia para que esto sea posible es que no se rompan del
todo los puentes que hacen posible esa tensa coexistencia. Como
es lógico los riesgos de ruptura siempre afloran con mayor intensidad
en las filas radicales que en las filas posibilistas, puesto
que unas anteponen los contenidos al número mientras que
las otras están dispuestas a negociar los contenidos para incrementar
el número de quienes los respaldan. Sin embargo, el
hecho de que sean los posibilistas quienes sean más proclives a
tolerar voces radicales en sus filas es una feliz casualidad porque
son precisamente ellos quienes más están necesitados de
voces que hagan contrapeso a sus tendencias evolutivas. En
efecto, los radicales reman a contracorriente y por lo tanto sólo
su propia dinámica interna los empuja hacia la creciente exacerbación
de su radicalismo, mientras que los posibilistas van
en la dirección de la corriente, y ésta contribuye pues a arrastrarlos
con mayor rapidez hacia el preciso punto donde su eficacia
transformadora queda neutralizada.
Dicho con otras palabras, desde la línea posibilista es mucho
más difícil resistir a la simbiosis con las formas dominantes
de producción de subjetividades, porque sólo se puede ser
muchos, y ser cada vez más, si se es como los consensos dominantes
dicen que hay que ser. Es decir, conformes a los dictados
de la época presente.
Desde la perspectiva de una transformación sustancial de la
sociedad contemporánea, ni el radicalismo ni el posibilismo
tienen, por separado, posibilidad alguna. Su coexistencia es
indispensable, a pesar de que ambos perciban al otro como un
obstáculo que conviene neutralizar. Esto significa que es tan
necesario y tan positivo militar en una u otra de estas dos corrientes,
puesto que ninguna es prescindible. Sin embargo, la
creciente eficacia que están adquiriendo los medios de conformación
de las subjetividades colectivas aconseja situarse a contratiempo
y privilegiar, hoy por hoy, el fortalecimiento de las
voces radicales.


Tomas Ibañez

miércoles, 18 de febrero de 2009

Gallinas

Rafael Barret - A partir de ahora el combate sera libre

Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz.
Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.
La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba
una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi
domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su
antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin
de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de
cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una
línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en
dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que
podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llenó para
mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro
lado del cerco una mirada hostil.
Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el
cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la
existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero
saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino. Reclamé los
huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara
sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la
mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron
criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté uno.
El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No
quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente
el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo
mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el
pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que
reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra,
mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro
decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.
¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por
la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado
de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario...

jueves, 5 de febrero de 2009

Lo que somos

Somos comunistas en materia económica, porque considerando las instituciones de la propiedad privada como fuente principal de todas las miserias humanas y como arma potente de la dominación de las clases, entendemos realizar una sociedad de igualdad y con ésta todas las fuentes y medios de la vida: tierras, fábricas, instrumentos de trabajo, máquinas y medios de transporte, etc.

Somos anarquistas en materia política, porque, reconociendo que todos los gobiernos son malos y antinaturales e infames todas las leyes, queremos romper las cadenas de la esclavitud que las clases privilegiadas han impuesto a la mayoría, proclamar al individuo absoluto dueño de sí mismo.
TIERRA Y LIBERTAD
FEBRERO DE 2009

Somos materialistas en materia religiosa, porque aceptando las conclusiones de la ciencia moderna alrededor de la eternidad y plenitud de la materia, la hipótesis Dios aparece demasiado vulgar, y el contenido filosófico de las diversas religiones es totalmente absurdo para la emancipación humana de todos los prejuicios.

Somos antimilitaristas, porque el militarismo es la violencia organizada; porque el militarismo es una historia de carnicería y de sangre; porque el militarismo es una potencia formidable y ciega para defender los privilegios de los burgueses; porque el militarismo, con el pretexto de defender la frontera, manda sus ejércitos de caníbales contra las multitudes oprimidas y hambrientas; porque, en fin, el militarismo representa una amenaza constante para la civilización. Por todas estas razones predicamos la supresión de todos los ejércitos, la destrucción de los cuarteles y la conclusión de la barbarie.

Somos antipatriotas hasta que la patria de los seres humanos no sea circundada de fronteras y soldados; hasta que terminen los odios y antagonismos y las guerras entre un pueblo y otro; hasta que termine el dominio de la explotación de los ricos sobre los pobres; hasta que no sea un obstáculo a la libertad internacional de los trabajadores. Y hasta que los pueblos de la tierra no se hayan fundido en una sola familia -la humanidad-. Y mientras no hayamos formado una sola gran patria, nosotros combatiremos todas las pequeñas patrias actuales que dividen al género humano en tantos grupos antagónicos, produciendo más dificultades en la unión de los trabajadores y haciendo más potente la dominación burguesa.

Somos revolucionarios contra todas las instituciones burguesas, porque fundadas sin excepción alguna sobre el predominio político, son una contradicción con las necesidades y aspiraciones de la vida moderna.

El Oprimido
(periódico anarquista peruano, 12-IX-1908)

Tierra y libertad

Derribemos la torre de Pisa

La Felguera - Enero de 2009

Es el trauma provocado en cada uno de los individuos por su posición de espectadores, de receptores pasivos en todos los campos de su vida, el que provoca la carencia de una conciencia de iniciativa particular para realización de la propia vida. Esta es la situación en la que se encuentra el individuo en el capitalismo avanzado que vivimos en la actualidad. Tanto en la vida cotidiana como en la democracia se supone una libertad de elección que no es real, dado que como espectadores, receptores y consumidores que somos tenemos que basar nuestra elección en un catálogo establecido.

Ante esta situación, se acostumbra a contentarse con lo establecido y a su vez a depender de lo que proporciona. El problema que hace tambalear la conciencia del individuo nace cuando no es posible saciar el apetito de consumo acostumbrado. Turba la sensación de inseguridad, tal vez sea el fin de la vida conocida. La adicción al estado de bienestar provoca que cuando éste no aparece seguro en el futuro comiencen los miedos. Incluso la izquierda hoy, que ha aceptado las mistificaciones del consumo espectacular, se encuentra con problemas para sustentar su único interés: El económico. La realidad es que se ha creado una sociedad de individuos convertidos en adictos a su condición de espectadores-consumidores, y ahora surgen problemas logísticos para suministrar la dosis acostumbrada de mercancías y espectáculo.

La izquierda moderada no se dio cuenta de que la miseria que en la actualidad invade la sociedad no tiene que ver con la miseria histórica asociada al hambre. La miseria actual es la relativa a la vida de espectador-consumidor. Aún viviendo en un estado de bienestar aparece la miseria de una vida aburrida y angustiosa, carente de experiencias y de aventura. Por supuesto se recurrirá a la herramienta predilecta de la izquierda antirrevolucionaria. El reformismo. Se buscan métodos desesperados de parchear una situación que se desborda desde hace ya mucho tiempo y cuyo derrumbe es cada vez más urgente.

Llegados a este punto deseamos romper con nuestra condición de espectadores y en vez de observar desde un asiento preferente el derrumbe de algo que no ha hecho más que ahogar y negar la vida, intervendremos en el espectáculo de la única manera útil y posible. Destruyéndolo.

Las reformas nunca han funcionado.

Derribemos la Torre de Pisa

A las barricadas

domingo, 1 de febrero de 2009

La pluma puede ser también una espada

Subcomandante insurgente Marcos

Globos o tiendas
El mundo es como un globo inflado. O sea que es como una vejiga inflada. O sea que cuando se dice que hay la globalización, es que hay la mundialización de las partes del mundo.
Pero hay, como quien dice, una mundialización de los que tienen mucho dinero. Y hay también, como quien dice, la mundialización de la lucha, o sea de la resistencia.
En la mundialización del dinero, o sea que en la globalización de los poderosos, hay mucha maldad, pero ya no se está quieta la maldad dentro de un país, sino que se mete a todos los países. Y esa maldad se mete en otros países en veces por la guerra, en veces por el dinero, en veces por la idea, en veces por la política.
O sea que en la mundialización de la maldad esos que son mucho muy ricos ya no están contentos de ser ricos explotadores en un país, o sea que en su pueblo, sino que ya quieren más dinero y se meten en otros países para ganar más dinero, y ya no respetan nada porque sólo quieren su maña explotadora y puro ganar dinero quieren; aunque ya tienen mucho de por sí, no les basta, quieren más.
Y entonces el dinero se mete en otro país y no respeta ese país por la culpa de la globalización del dinero, que no respeta a los países y a la gente.
O sea que cada país es como un globo que se revienta y se le sale todo lo que lo hacía especial, o sea como su costumbre, su palabra, su cultura, su economía, su política, su gente, su modo pues.
Y entonces el país como que se rompe y todo el mundo se mete en ese país, y ese país ya no es ese país, sino es todo el mundo. Pero no el mundo de la gente, sino que es el mundo del dinero, donde no importa la gente.
Es como si una persona se rompiera así nomás y ya no fuera una persona, sino que todas las maldades se meten en esa persona y se la comen y ya no hay persona, sino sólo hay lo que se comió a la persona.
Y así decimos que la globalización de los poderosos, o sea que del dinero, se come a los países y se come a las personas que viven en ese país. Porque un país es como una casa donde vive la gente del país. Y el dinero mundial destruye pues la casa, o sea que el país, y la gente se queda sin casa y sin alma, porque ya no se conocen entre sí mutuamente y andan nomás como desconocidos, con la desconfianza en los ojos y en las palabras, tristes pues.
Y entonces cuando un país se queda sin su alma, se mete el alma del dinero.
Y ese país que se rompió ya no es una casa donde vive la gente de ese país, sino que es una tiendita donde se venden y se compran cosas y gente.
Porque en la globalización el dinero pone tiendas donde antes había países.
Y entonces, como el país ya no es un país sino que es una tienda, pues la gente ya no es gente, sino que sólo son compradores o vendedores.
Y la gente no es dueña de la tienda, sino que el dueño de la tienda es el dinero mundial.
O sea que la gente ya no manda en su país, manda el dinero mundial.
Y entonces pues, como decimos nosotros, el pensamiento que manda es el pensamiento del dinero.
Y por ejemplo una gente piensa por ejemplo en una nube y es una gente pensando en una nube y pinta su pensamiento por ejemplo de azul y ya, y ahí anda esa gente con su pensamiento de una nube azul y esa gente está contenta con su pensamiento de nube azul y se consigue una vegija y la infla y la pinta de azul y se la da a un niño o que sea a una niña, y la niña o que sea el niño juega con la vejiga azul que era un pensamiento de una nube azul. Porque la gente, cuando piensa como gente, piensa pensamientos para la gente.
Pero el dinero no piensa en la gente, sino que piensa en más dinero. O sea que el dinero no tiene llenadero, y todo se lo come para hacer más dinero.
O sea que el dinero no piensa una nube, sino que piensa en una mercancía y que la va a vender y a sacar más dinero.
O sea que en la globalización del dinero también se mundializa el pensamiento del dinero.
Y ese pensamiento del dinero es como una religión que adora al dios del dinero, y los templos de esa religión son los bancos y las tiendas, y los rezos son las cuentas que hacen del dinero, cuánto venden, cuánto ganan.
Y esa religión del dinero se llama "neoliberalismo", que sea que quiere decir que hay una nueva libertad para el dinero. O sea que el dinero es libre de hacer lo que le dé su gana. Y la gente ya no tiene libertad pero el dinero sí tiene libertad.
Y en la globalización del dinero el mundo mundial se destruye, o sea que se rompe el globo del mundo o que sea la vejiga mundial se revienta, y entonces el dinero pone una tienda donde antes había un país: o sea que donde antes había una casa con gente ahora hay una tienda.
Entonces pues la globalización del poder destruye los países para hacer tiendas. Y entonces las tiendas son para vender y comprar.
Y si uno por ejemplo no tiene la paga o no quiere comprar, pues como que no cuenta, o sea que hay que destruirlo. Y si uno, por ejemplo, no tiene nada qué vender o no quiere vender ni venderse, pues como que no sirve, o sea que hay que destruirlo.
La globalización del poder es como una guerra contra la gente y sus casas, o sea que es una guerra contra la humanidad.
La globalización del poder destruye las casas de la gente, o sea los países, y a veces entra a destruir con una guerra. Y otras veces entra porque alguien de adentro le abre la puerta para que entre a destruir.
Y los que abren la puerta son los políticos, que sea los que mandan en los países, o sea en las casas de la gente. Y entonces los políticos ya no sirven para mandar, porque ya no mandan de por sí, porque el que manda es el dinero mundial.
Y entonces los políticos se hacen tienderos, o sean son los que se encargan de la tienda que antes era un país, o sea una casa de una gente.
Y los políticos de antes ya no sirven para atender la tienda y es mejor poner otros que sí estudian y aprenden a ser encargados de las tiendas. Y éstos son los nuevos políticos, o sea que son tienderos.
Y no importa pues si no saben nada de gobierno, sino lo que importa es que sepan atender la tienda y den buenas cuentas a su patrón que es el dinero mundial.
Entonces en los gobiernos de los países destruidos por la globalización del poder pues ya no hay políticos, sino que hay tienderos.
Y ahí, en las tiendas que antes eran países, las elecciones no son para poner un gobierno, sino para poner un tiendero.
Y entonces ponen a competir, o sea a pelearse entre sí, a gordos, flacos, altos, chaparros, de diferentes colores que empiezan a hablar y a hablar y pura habladora, pero nada que dicen lo más importante, o sea que todos son diferentes en su cara, pero todos son iguales en que van a ser tienderos.
Entonces a la globalización del poder no le importa si el tiendero es verde, azul, rojo o amarillo. Lo que le importa es que el tiendero entregue buenas cuentas.
Entonces cambian los tienderos pero sigue habiendo tiendero.
Entonces en la globalización del poder el mundo ya no es redondo, como una vejiga inflada, sino que se revienta y en su lugar queda una tienda muy grande.
Y las tiendas, como todos saben, son cuadradas, no redondas.
Es así, más o menos, como funciona la globalización, que es como si dijéramos "la vejigaización".
(Fin de la ponencia de Durito).


no esta entero pero esta parte lo dice casi todo