el 15 de junio de 1923 fue asesinado en la prision por Ernesto Pérez Millán Temperley, miembro de la Liga Patriótica Argentina.
Recordémoslo en todos los instantes de su laboriosa y heroica vida; recordémoslo como oscuro soldado en la lejana tierra germana, en el seno de las minas del Ruhr y revoltoso incitador a la rebelión en el estado de Virginia. Oscuro, sin nombre, en los trabajos de la demolición, iluminado, en la colosal obra realizada. Justiciero consciente y humano, desprecia su noble vida para salvar a una niña que, inocente, corre peligro, y a pesar de estar herido, en la obsecion constante de castigar al carnicero, luego de haberle arrojado una bomba le descarga además varios tiros de su arma. Así, bello y terrible, bueno y vindicador, lo recordamos nuevamente en este segundo aniversario de su desaparición.
¡Gloria, oh Kurt Wilckens, héroe valeroso!
También nosotros, falange rebelde de mineros que en el vientre lóbrego de la humanidad golpeamos las ferreas paredes del prejuicio con los picos demoledores, a la luz debil de una lámpara que con ayuda del aumento de la mecha expande más radiante su luz, no podemos dejar de lanzar en ese antro pavoroso y negro nuestra voz metálica, para por lo menos hacer sonar el eco que lleve a todos a un despertar viril.
Y si este año, la protesta de plaza no ha atronado ni a atronado en los oidos de los carniceros sobrevivientes de los 1.500 proletariados despedazados en las lejanas tierras de Santa Cruz, por eso la innumerable columna de los sin nombre, que en esas regiones han vivido días de terror horripilante y que, salvados de la inmensa hecatombe ordenada por el coronel Héctor Várela a su gente borracha de odio, de vino y de sangre, olvidaron a su vengador, al generoso Wilckens.
Tiemblan todos los autores de aquella orgía de sangre, lu¬dibrio y vergüenza de esta tierra... democrática que debe su nacimiento a Bernardino Rivadavia. Ellos, los que se han salvado, espectros vivientes, reducidos por vuestro terror a la miseria más triste, en estos días, en homenaje al ajusticia¬dor de Várela, se mezclarán con todos sus hermanos de pasion y harán flamear en alto, por encima de todos, la negra bandera de la revuelta humana.
por Severino Di Giovanni
extraido de La Patagonia Rebelde de Osvaldo Bayer